miércoles, 26 de septiembre de 2012

25S.


Empezaré diciendo que sólo tengo 17 años, no sé mucho de política, y mucho menos sé algo de a los extremos que puede llegar el ser humano. Me he informado, claro… en estos tiempos es indispensable para poder salir a la calle con la mínima idea de la que está cayendo.
Me gustaría poder decir que todo lo que está pasando no me afecta, pero no es así, me afecta, es mi presente y será mi futuro.
Estoy en un país desarrollado, democrático y del primer mundo.  Eso me han contado, pero ayer, en el 25S, las imágenes demuestran que mienten.




A mí que me expliquen como un ser racional ha llegado a este extremo, hasta llegar a no escuchar nada más que gritos, insultos, palos y piedras.
Y en mi cabeza sólo se repiten cosas como “asesinos a sueldo”, “a ver si disparas a tu hijo”o “estoy levantando la voz para que tú tengas derecho”
Esto nos demuestra hasta donde llega la gente por luchar por su pan, por sus derechos, por sus hijos, por su vida. Lo que demuestra que EL PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO.
He empezado diciendo que no sé de política, pero sí sé que los de arriba saben lo que está pasando y lo ignoran, saben que todos somos el pueblo y quieren dividirnos. Quieren que se distinga entre “apaleados” y “asesinos a sueldo”. Quieren que unos sean la escoria y otros los odiados por todo el mundo. Porque mientras la gente se pegue entre ella y se partan la cara los unos a los otros ellos seguirán pisándonos. Somos un circo romano y quieren ver quien hace más daño a quien.
¿En serio quieren sumisión? Quieren que nos callemos para poder reírse de nosotros. No les gusta que gritemos cosas que van en su contra. No quieren asumir que lo llaman democracia y no lo es.
Yo no estuve el 25, ni estoy el 26, no tengo derecho a quejarme de que me trataron a patadas, ni que fuimos animales por unas horas. No puedo, porque las imágenes son muy relativas.
Pero por ellos, por los que sí que han arriesgado su integridad física por el resto del país se merecen que esto cambie y evolucione y no vaya en retroceso.
No nos podemos rendir. Ahora no.
Somos más y más fuertes. Estas son nuestras armas.



martes, 18 de septiembre de 2012

Da el equilibrio en las noches.

Puede resultar odioso a veces que esté ahí y ni siquiera te des cuenta.
Puede ser un consuelo que te acompañe por las noches y te mire desde ahí con “su pecho de plata”.
Pero quizá enfade que no pregunte si te molesta que su presencia se una a la tuya.
Entiéndela… ahí arriba está todo oscuro, y desde el suelo de Madrid incluso parece triste sin que nadie le ayude a brillar. Sólo está ella y el cielo negro.
De pequeña mi canción favorita era “Hijo de la luna”, de Mecano.
Esa canción me hacía pensar que de verdad tenía vida, y me gustaba mirarla desde la ventanilla del coche para ver cómo me seguía.
Han pasado los años y aun se me ponen los pelos de punta al escuchar esa canción.
Han pasado los años y ella sigue ahí.
Hay días que se esconde… pero todos merecemos algo de intimidad, ¿no? Pero eh, fíjate, cuando está llena también se llenan las calles de luz. A mí al menos me parece mágico.
Coge fuerza y brilla. ¿Sigues pensando que no vive? Pues tienes que verla en el cielo rodeado de estrellas, fuera de esta ciudad que no deja ver más que cinco.
Cuando se ve acompañada da la sensación de que ahí sí que está en paz.
Este verano pedí un montón de deseos a las estrellas fugaces… aunque la verdad que sólo me acuerdo de algunos.  Pero si esas noches de verano son especiales es por tumbarme en el suelo y mirar al cielo.
Ver que pase el tiempo que pase eso sigue ahí.
La luz que me aportan no me la quita nadie.
Mi luna se esconde, se hace más pequeña o reluce… pero cada noche me sonríe.
Lástima no poder hablar con ella… eso me lo tendré que buscar aquí abajo, donde se pierde la magia. Pero sólo un poco… hay cosas realmente increíbles.
A veces me parece que ella está más pálida, más fría y tiene más miedo que yo siendo tan grande y yo tan pequeña.
La noche es fácil, el tiempo parece no pasar. Todo “se deja para mañana”, “mañana será otro día”, “consúltalo con la almohada”. Los pensamientos se congelan y tenemos las claves de nuestra vida. Nos reímos en la cara del sol.
Luego llega el día y es más difícil. 


                                                      "Y si el niño llora menguará la luna para hacerle una cuna..."

viernes, 17 de agosto de 2012

Basta cerrar los ojos y recordar.

De pequeña me han contado un millón de cuentos. De princesas, de príncipes, dragones, de animales en el bosque, en el desierto… de amor, amistad, sobre mil cosas que todos de pequeños hemos querido vivir.
Pero vas creciendo, dejas de creer en la magia, vas aceptando la realidad y piensas que nunca te vas a sentir como en esas historias en las que el protagonista “fue feliz y comió perdices”.
Pero yo he tenido la suerte de vivir una historia que repetiría en bucle y sin cansarme, una historia de algunos años en los que he descubierto que... bueno, puede que la magia no exista. Pero existe algo mucho más valioso y más real. Algo que se siente de verdad, en la piel, en el corazón, incluso se nota en la forma de respirar. Descubrí lo que era reírse de todo y de todos. Lo que era el humor. El humor en mayúsculas. Lo que me ayuda día a día, y lo descubrí porque unos genios me enseñaron que se puede luchar  por hacer reír a la gente. Porque en sus días buenos, en los malos y en los regulares, a mí me han hecho feliz.
Nunca he hecho una entrada de esto. Nunca he confesado aquí que mi vida se basa en algo tan simple como un programa. Porque Sé lo que hicisteis me forjó un carácter. Me hizo conocer a las personas más increíbles del mundo. A lo mejor de mi vida. A los que ahora son mis amigos.
Pero también me hizo luchar con ellos, pasarlo mal al ver que se acababa, que una etapa de mi vida se cerraba, al pensar que todo lo que había tenido en mis manos se iba.
Nunca lo vais a entender, soy consciente. Es sólo nuestro. Ha sido nuestra unión. Han sido y serán ellos, todos los que participaron en ese programa los que consiguieron crear una familia dentro y fuera.
Hay una zona de Madrid que siempre será el rincón favorito de muchos de nosotros. Un lugar donde sí que existe la magia. Donde nos conseguíamos aislar del mundo, del dolor o la tristeza, porque estábamos juntos. Porque sabíamos que pasaríamos unos minutos al lado de unas personas a las que admirábamos de una manera increíble, con respeto y cariño.
Porque, de verdad os lo digo, estar delante del edificio de Globomedia me aportaba mucho más de lo que os podáis imaginar.
Es más de lo que puedo escribir con palabras.
Con ellos crecí. Porque la vida está ahí para que le sonría y le diga que lo pequeño puede ser lo más grande.
De verdad que me gustaría que alguien haya sentido lo mismo que yo al escuchar “Próxima estación: Las Tablas.”, y que sonríese, y que fuera le estén esperando para recibirle con un abrazo. Que suban esa calle donde se lleva construyendo un colegio dos años, que se asen de calor, o mueran de frío llegando, que al llegar sonrían mirando esos coches. Que la guardia de seguridad les mire mal, y que se sienten en el suelo, mientras cantan, gritan, ríen, o hacen lo que les dé la gana, porque ese mundo está ahí para ellos. Porque fue nuestro propio mundo. Porque ellos hicieron que nosotros seamos más fuertes.
Y en ese lugar donde me he sentado mil veces a esperar, pero no existía momento más dulce que esa espera,  ahí es donde empecé a creer que los deseos se pueden cumplir de verdad.
Ahora me doy cuenta de que sí, cerré una etapa, pero nada se ha ido... porque nadie ni nada podrá hacer que eso se olvide. 
Porque sólo unos pocos entenderán estos.
Porque esos pocos nunca les vamos a olvidar.
Brindo por ellos, por los de delante y los de detrás de las cámaras. Brindo por nosotros. Brindo por nuestra familia.
Hoy brindo por Sé lo que hicisteis.


                             

martes, 17 de julio de 2012

Hoy.

Hoy creo que quizá no volveré a ser feliz de la misma manera.
Hoy creo que las cosas no vuelven, y que en la vida sólo se viven una vez. Te puede ir mejor o peor después, pero nunca podrás repetir ese instante en el que te comías el mundo.
Hoy no entiendo... ¿por qué se tiene que terminar algo que hace feliz? No lo veo justo.
Hay personas que deberían estar prohibido que desapareciesen. Debería ser un delito perder esa esencia.
Hoy confieso que hay pocas personas que me hayan importado realmente, y que me haya faltado el aire por su culpa al pensar que les perdía. Y esas personas lo saben... tienen el poder de hacerme el daño que quieran y cuando quieran. No digo que lo hagan.
Hoy... no es bonito que los para siempre tiendan de un hilo, y que lo que antes era una base firme ahora cueste sujetarla.
Pero por las mejores cosas es por lo que hay que luchar.
Hoy echo de menos. No debería contar el miedo que tengo a quedarme sola.
Hoy, siendo sincera, me cuesta. Los errores se pagan caros. Las decisiones son imborrables. Los vicios no se olvidan. Las vidas no se viven en solitario.
Hoy tengo que observar otro día más desde fuera lo duro que es avanzar.
Sé que no soy fuerte y que me rompo con facilidad... pero poco a poco se va construyendo la armadura.
Hoy me está costando mucho sacar lo de dentro.
Hoy sólo sé que la música me acompañará todo el día.
Hoy la luna no llena del todo y el sol ocupa demasiado.
Hoy tengo más defectos que virtudes.
Hoy tengo las manos heladas.
Hoy me han cosido a la piel las dudas.
Hoy ya no me acuerdo de ayer, y no sé que pasará mañana.
Hoy quizá hay sequía dentro.
Hoy puedo hacer daño y a la vez autodestruirme, por eso borro lineas.
Hoy quiero ver las estrellas, pero se esconden en el cielo de Madrid.
Hoy quema y escuece.
Hoy soy una dramas'.
Hoy tengo el corazón de mimbre.

          

Pero todo esto es hoy. Mañana ya se verá.

domingo, 24 de junio de 2012

El silencio. Siempre el silencio.

Uno de los sonidos más relajantes que conozco es el del ventilador por las noches de verano.
Es bonito saber que aun hay sonido en tu vida.
También me gusta levantarme y mirar por la terraza mi calle. A las 4:01 de la mañana, por ejemplo. Lo ves todo tan calmado… tan relajado… en paz.
Parece que no hay nadie más que tú, y que podrías gritar tan alto que retumbe en toda la ciudad, y no pasaría nada, porque nadie se podrá quejar.
Pero también da un poco de miedo.
La calma de la noche es seguida por el amanecer con sueño, con ganas de desaparecer.
La luna a veces es la única que entiende como te sientes.
Pero ella no escucha, sólo observa y te alumbra.
A mí la oscuridad me da un poco de miedo. No me gusta no tener un mínimo de luz. Me siento muy indefensa. Pero a veces en la vida nos sentimos un poco a oscuras, ¿no?
Pero ella, mi luna, siempre está. Da el equilibrio en las noches.
Por el día la gente parece más fuerte, y mucho menos vulnerable. Pero cuando llega ese momento en que la luz se va y aparece la soledad que el sueño de los demás supone, somos totalmente frágiles. Y eso sí que da miedo.
Yo ahora mismo lo soy. Me siento así. Pero ¿qué más da si en unas horas saldrá el sol y todo se volverá a mover?...
Aunque creo que llevo un poco de noche siempre dentro. Más que de noche, de madrugada.
Pero como todos, me pongo armadura.
Todas las personas de este mundo tienen cicatrices ocultas que nadie más ha visto, y que probablemente si alguien las descubre, será realmente afortunado.
En mi caso tengo, claro que tengo. Pero están tan dentro que a veces ni sé cuáles son, y en noches como estas me golpean.
Aunque si son cicatrices, es porque esas heridas cierran, y como todo, se guarda en el cajón de cosas que debo superar. Y una vez superado, seguir hacia delante.
Fuerza y valor. Y quien diga que en su vida no ha tenido esto miente. Hay que ser muy valiente para superar noches como esta, y firmo porque vosotros también las habéis tenido.
Dormir está sobrevalorado. La vida está construida con noches en las que los sentimientos están a flor de piel.
Escúchate, entonces, y recuerda. Sobretodo recuerda. Cosas buenas y malas. De lo vivido se aprende. Y de lo aprendido se comete más errores. Y así sucesivamente.
Cierro los ojos y escucho el ventilador. Sonrío. Y cuando los abro me encuentro muchas palabras unidas que dan forma a algo que siento ahora mismo.
Qué bonito es poder sentir.
Qué bonito es poder llorar y reír.
Qué bonito es vivir.

domingo, 10 de junio de 2012

¡No hagas ruido!

¡Sh! No la despiertes, ¿no ves que está durmiendo?... ¿No ves que está fuera de aquí? Mírala, allí, lejos.
Déjala, está cansada. No hagas que abra los ojos. No quiero que lo vea. Que vea nuestro mundo destrozado por nosotros.
No quiero que me pregunte por las guerras, por el hambre. No quiero que me cuestione que las personas son buenas.
No quiero que piense que no hay esperanza para nosotros y que tarde o temprano esto explotará.
Déjala, vive en su mundo, está llena de esperanzas y de ilusiones… no quiero que las pierda al darse cuenta de que con una sonrisa no vale, y que no hay finales felices.
No me apetece que me pregunte si es verdad que somos capaces de unirnos para celebrar un gol, pero no para ayudarnos a salir a delante.
Déjala, está en paz. Para ella no hay avaricia ni soberbia. “Por dentro es de colores”.
Mírala, escucha como respira, incluso a veces sonríe.
¡No, no hagas ruido! No rompas su sueño… no quiere saber nada de dolor o tristeza. Que no, sigue pensando en príncipes y princesas, en castillos y gente mala que al final es derrotada por la buena.
Sigue creyendo que es especial y que nadie podrá lograr hacer que caiga.
Sigue viendo como hay gente que daría lo que sea por ella, y que nunca le van a fallar. No la molestes, que no descubra que hace mucho que le faltaron.
Sigue pensando que todo va a salir bien y que sólo es cuestión de tiempo que llegue el equilibrio.
No la interrumpas, en sus sueños está arreglando el mundo.
¿Ves? Cree que es capaz de cambiar lo que nunca se ha cambiado. Mira, ahora ha fruncido el ceño… quizá ha encontrado un poquito de realidad en su fantasía.
No permitas que vea como la gente lo pasa realmente mal. Como existen las enfermedades, como existe la muerte, y como se destrozan vidas.
No quiero que lo vea… que vea a ese mendigo de la esquina, al lado del supermercado, sí, ese que siempre sonríe cuando le echan una moneda y deja ver que sólo le quedan tres dientes. Ese que tiene un perro, y que en cuanto consigue comida, en cuanto puede, le compra una mantita para que no tenga frío… ¿Puede ser que le importe más un perro que él mismo?... Quizá eso le dé algo de esperanza.
Que no cruce la esquina, que se encontrará con ese chico rubio, alto, que no pasará de los 20 años. Ese que come de la basura y que revuelve las bolsas hasta encontrar algo mínimamente limpio. Que se lo lleva a la boca y no mira a su alrededor nunca. Porque no quiere que vean como está hundido.
Ey, mira, se está moviendo… está abriendo los ojos… has hecho mucho ruido.
Bueno, igual tienes razón. Quizá despertar no está tan mal. Quizá lo que quiere es vivir... y puede que lo correcto sea luchar. Puede que haya aun gente que valga la pena. ¿Pero y todo ese dolor en el costado? Igual no cicatriza nunca.
Siempre me han dicho que hay que ser optimista, que hay que tener "energía positiva", y sentimiento. Que siempre hay que tener la frase en la cabeza, esa de... todo va a salir bien. 
Malas rachas son seguidas de buenas. Lágrimas de sonrisas. Rabia de tranquilidad. 
Puede que este mundo no esté tan mal como dicen... y es que, hay cosas buenas.
Hay mañanas que huelen a mar. Hay tormentas de verano. Noches en las que encuentras el lado frío en la almohada y te sientes totalmente a gusto. Hay personas que te tranquilizan y te abrazan sólo escuchando su voz. Y hay otras que te cogen de la mano y te ayudan a avanzar. Mientras, te hacen aprender a cada paso, rien y te hacen reir, y te aseguran que todo, absolutamente todo, tiene su lado bueno.
Hay olores, colores, miradas, sonrisas, números, letras, nombres, palabras.
Hay gente increible. Por las que merece la pena creer en la fuerza humana.
Mira, ya está despierta...

Buenos días, ¿qué tal has dormido?...

sábado, 5 de mayo de 2012

Carta.

Pequeña, acabas de llegar. Acabas de abrir los ojos y aun ves sólo sombras.
Pero esas sombras que ahora mismo intentas mirar son las personas que primero te han querido. Con toda su fuerza y toda su alma. Esas personas son tus padres. Valóralos como se merecen, porque te han dado su vida para que puedas vivir la tuya.
Poco a poco iras descubriendo al resto de la gente. A tu hermana, tu compañera en la vida y una amiga que te regalará momentos increibles y únicos. Vendrán todos a ver como a nacido una niña. Vendrá tu familia. Tus primos, tus tíos, tus abuelos… amigos de la familia y demás.
Y poco a poco iras creciendo entre ellos. Unos se irán y ni siquiera te acordarás de algo que hayan hecho por ti. Otros, justo en el mismo instante que se hayan marchado, sabrás que los echarás de menos toda tu vida.
Vas a ir creciendo. Y la verdad, todo se va complicando. Ya de muy pequeña vas a saber lo que es llorar y sentirte diferente al resto. Quizá demasiado pronto. Pero tranquila, todo se supera, y más si te queda toda la vida por delante. Ah, y no tengas miedo. Te van a ayudar cueste lo que cueste.
Y va a llegar un punto en el que pienses que no encontrarás a nadie que te quiera de verdad. Nadie que vea lo bueno en ti. Pero no valoras las cosas… no todo se reduce a ese círculo en el que quieres entrar. Pasa de ellos, no merecen que pidas por las noches que te acepten.
Y si conoces a gente nueva que te hace sentir mal, que te rompe la autoestima,  intenta ser fuerte. No dejes que te hagan daño. Ellos no saben lo que tú tienes dentro.
Y sobre todo, sigue viviendo, aunque pierdas las sonrisas muchas veces. ¿Sabes lo bueno? Que con pequeños detalles las iras recuperando.
Poco a poco vas a cambiar. Y todo eso que has pasado, se va a borrar. Y vas a descubrir que la vida no es un drama. Que no vives en una película. Que tienes que dejar de verte como te ves y reconocerte a ti misma.
Encontrarás cosas que te cambiaran. Maestros de la risa, que harán de ella una forma de vida.
Y gracias a ellos todo va a dar un giro.
Y un día te levantarás y verás todo de otro color. De un color 28 que hace que salga el tipo de sonrisa más sincera que existe.
Y a partir de ahí vas a modificar tu forma de ver la vida.
Vas a descubrir que las cosas van mucho más allá de tus problemas, y que hay cosas mucho más graves.
Sabrás que es la amistad y lo que es que se preocupen por ti. Y sabrás lo que es preocuparte y la rabia de ver lágrimas en una persona que quieres. Conocerás la impotencia de querer ayudar y no poder. Distancia.
Apreciarás más los te quieros y los abrazos.
Y cuando mires atrás, te darás cuenta de que eres totalmente diferente. De que en sólo unos años has aprendido mucho. Y lo más importante, sabes que aun hay muchas cosas por cambiar, y muchas maneras de mejorarlo todo.
Mirarás al futuro con un poco de miedo. Pero te tranquilizará saber que al igual que te queda mucho por sufrir, también te queda mucho por lo que ser feliz.
Así que, lo único que te puedo decir, es que no olvides lo que un día has sido, lo que eres, y lo que te ha hecho llegar hasta ahí.
No olvides a todas las personas que te han marcado en la vida. Y cuida a los que te hacen feliz.
Y sobre todo, no olvides quien eres y quien quieres llegar a ser.
Te quiero mucho. Porque eres la única que va a seguir en mi vida siempre y en todo momento. Porque tú, eres yo. Y toda esa vida, es la mía. Y tú eres quien estará 16 años después escribiéndote una carta a ti misma.
Y si habéis llegado hasta aquí leyendo, aparte de tener mucha paciencia para leer este testamento, sabréis que esta carta no tiene destinatario. Sólo sale de dentro. Y creo que si todos hiciésemos eso alguna vez, nos entrarían muchas más ganas de vivir. Porque una carta sobre nuestra vida, se queda corta. Pero es un buen resumen para demostrarnos que, a pesar de todo, ha valido y vale la pena seguir adelante, y escribirnos otra vez dentro de mucho para decirnos que hemos llegado a la meta y que la vida, como dijo un genio, puede ser maravillosa.

sábado, 28 de abril de 2012

"Sonrisas sin puntos ni comas."


¿Amigos? He llegado a dudar de ellos.
De que existan realmente, de que estén presentes. De que no sea una palabra sin más…  de que realmente las personas puedan llegar a establecer un vínculo más fuerte que los problemas, que el dolor, que las discusiones, el orgullo y la prepotencia. Más fuerte que el ego. Mucho más fuerte que tú mismo.
Porque creo que poco a poco he ido descubriendo que es la amistad y he llegado a confiar en alguien más que en mí.
Y dejar de lado el “yo” el “mis problemas” el “mi vida”, para pensar en “sus heridas ahora también son las mías”.
Y lo mejor es cuando te sientes totalmente respaldada. Cuando te das cuenta de quién te cuida, y de quien se preocupa realmente.
Y llegan esos momentos que todos tenemos. Esos baches en los que la soledad es la única amiga que encontramos. En los que olvidas todo lo vivido, y te centras en ese momento… ese momento triste y vacío, en el que las lágrimas son tus compañeras.
Pero entonces aparece. Aparece como si realmente le hubieses llamado pidiendo ayuda. Y sonríes, porque esa persona ni se imagina lo que le agradeces que haya decidido acordarse de ti.
Y te levantas. Porque es mucho más fácil si hay alguien que te da la mano. Y día a día luchas porque sabes que lo haces por algo. Porque ahora tus heridas son las suyas, y no quieres ni por un segundo que lo pasen mal. Por ti, y por ellos. Por tus amigos. Por los de verdad.
Y los que te demuestran que esa palabra no importa. No sirve de nada. Podrían borrarla y no pasaría absolutamente nada. Porque no hacen falta etiquetas, ni nombres, ni calificativos. Te das cuenta en cuanto lo sientes. Porque hay personas que realmente aparecen en el momento menos esperado y de la manera menos esperada para hacerte ver que no estás sola.
Que aun a las 5:39 de la mañana puedes sonreír pensando que has encontrado a unas personas que de verdad te quieren.
Personas que te hacen sentir mejor persona y que hacen que seas feliz.
Amigos, amistad. Personas que te acompañan en tu vida y a las que solo les pides eso. Que te acompañen.
Personas por las que daría realmente mucho. Muchísimo. Porque sin su apoyo, todo sería mucho más difícil.
Porque sin su risa, todo estaría más vacío.
Y porque sin su cariño, la vida es mucho más complicada.
Y es que, son algo único. Son como cosquillas en la espalda.

domingo, 15 de abril de 2012

"Que sea imposible no implica que vaya a rendirme"

Estamos en un mundo injusto. En un mundo hipócrita y egoísta. En un mundo que tiene prejuicios y clasifica a las personas. Y es que, este mundo del que hablo, se olvida de que en él existen PERSONAS.
Porque algunos tienen mucho, y otros no tienen nada. Porque unos tienen 4 o 5 coches, y otros no tienen ni zapatos. Unos van a restaurantes, y compran el vino más caro que encuentran para disfrutar de su sabor único. Otros mueren de hambre.
Y todo esto se resume en dinero y poder.
Hay dolor, hay hambre, hay asesinatos, hay violencia, maltrato, enfermedades, hay lágrimas, y hay gente que no tiene fuerza ni para llorar.
No consigo entender el porqué de esta diferencia. El porqué se cataloga a las personas por su sexo, religión, su forma de vestir, sus estudios, su familia, su barrio, su ciudad o su país. Incluso por el color de su piel.
Es una locura. Es triste. Es nuestro mundo y estamos condenados a la autodestrucción. Porque mientras un  niño nace, otro trabaja de sol a sol porque sus padres no le pueden dar de comer. Y mientras otro estudiar en el colegio las tablas de multiplicar, otro coge un arma y aprende a disparar contra su propia gente.
Porque en un mismo país un padre de familia está en paro y apenas puede permitirse pagar la hipoteca, y un jefe de estado se gasta un dineral en cazar elefantes.
Porque en ese mismo país se manipula a la gente, y se juega con ella al antojo de los de arriba.
Porque algo que sobra en este mundo es miedo. Miedo a perder lo poco que te puede llegar a quedar, miedo a luchar por algo mejor. Pero ultimamente, a raíz de la comunicación y de los avances, se empieza a ver la realidad. Y se cambia el miedo por ganas de justicia.
Leyes injustas, delincuencia, mala gente.
Odio, rencor, avaricia, falta de sensibilidad. Hemos llegado a crear una sociedad en la que cada día se ve morir gente en las noticias. Se ve como les matan. Y seguimos mirando la televisión, como si nada.
Una sociedad en la que se comercia con la dignidad de las personas. Una sociedad que se entrega al consumo. En el que se cambia la salud por los vicios. Que se valora más el físico que el interior. El sexo que el amor. La fuerza que las palabras.
Que mientras tú ves Sálvame y te enteras de la vida de 'famosos' contada por un grupo de personas que lo único que han hecho en su vida es ridiculizarse a ellos mismos y meterse en la vida de los demás, otros intentan sacarse una carrera de periodismo, y no les servirá de nada. Porque vale más liarse con un torero que estudiar toda tu vida.
¿Yo? Yo que voy a contar. Tengo 16 años y no tengo ni idea de la vida. Todo esto es simplemente lo que veo día a día. Y visto lo visto, confirmo lo que he dicho al empezar. Estamos en un mundo injusto.
Y aun así, hay cosas maravillosas. Gente buena, y personas con un corazón que no les cabe en el pecho. Personas que quieren cambiar todo esto y que sacan fuerza para hacerlo.
Mi padre una vez me dijo que es el momento. Que los jóvenes son los que cambian las cosas. Que tienen que tener ganas de discutirlo todo, rebatir todo. Y realmente conseguir que todo sea un poquito mejor.
Yo le voy a hacer caso. Lo voy a intentar. Y voy a seguir a ese grupo de personas que hacen felices a otras… que tienen principios y que no se venden. Que respetan y razonan.
Yo quiero ser de esas.

                                      

viernes, 13 de abril de 2012

Distancia.

Creo que sólo me podrán entender los que realmente tenga a personas importantes lejos. Personas imprescindibles, más bien, y por las que darías los que sea por poderles dar un abrazo. Pero es imposible, porque os separan kilómetros. Y entonces aparecen distintos sentimientos: Rabia, impotencia, pena y un cariño increíble que se siente pocas veces.
Si tengo que hablar de mi experiencia personal, os digo que es la mayor experiencia que se puede vivir. Triste y feliz a la vez.
 Es triste, sí, es muy triste que mi mayor apoyo esté a una distancia que no se puede minimizar con un simple paseo. Y que se pongan mil barreras por delante para poder volver a estar a su lado.
Y lo peor de todo, lo que es horrible de verdad, son las despedidas.
Andar hacia ese tren, ese autobús, que te va a llevar lejos del sitio donde realmente eres feliz. De las personas con las que realmente lo eres. Y que suene una voz en los altavoces que te avise de que ha llegado la hora, que te toca decir adiós. Que esa cuenta atrás que has llevado durante unos días se acaba, y los ojos empiezan a humedecerse.
¿Sabéis la sensación de dar un abrazo, y sentir mil cosas, que se te pasen mil cosas por la cabeza y no querer soltarte nunca…? pero se acaba el tiempo, y sólo se puede resumir en un “en nada nos vemos…”, “hasta luego”, “te quiero mucho”.  Pero tanto ellas como yo sabemos que nada va a servir para calmarnos. Que las lágrimas están ahí, y en cualquier momento vamos a explotar.
Y ahora es el momento en el que alguien suelta algo en plan… “si las vas a volver a ver”. O lo típico… “si habláis todos los días”. Y ahí es donde entra lo de siempre. Si no sabes lo que es llorar mientras se aleja con la maleta, si no sabes lo que es llegar a tu casa, y sentirte completamente solo, y que te falten sus risas, sus voces, su cariño incondicional, y sobre todo, si no sabes lo que es estar dispuesto a todo con tal de que sean un poquito más felices… no puedes opinar sobre esto.
 No puedes, porque no tienes la misma base que yo. Mi base, son esas personas de las que hablo. Y consigo avanzar, porque luchamos hasta el final y juntas.
Pero todo esto, todo el vacío que se queda cuando no las tengo a mi lado, no es nada comparado con la inmensa felicidad que me provoca una cuenta atrás, pero esta vez hacia unos días en los que sé que voy a desconectar de todo, y sólo tendré tiempo para ser yo misma.
Y creedme cuando digo que todo esto me compensa. Porque aunque el mundo esté al revés, aunque haya mil cosas por las que lamentarse, haya los problemas que haya… con esta unión que conseguimos, todo se nos queda pequeño. Porque la fuerza que tengo a su lado, no me la da nadie. La seguridad, el valor, el disfrutar de cada segundo porque sabes que están contados… pero a la vez olvidarse de que el tiempo existe al tener la sensación de que puedes parar el reloj. Es algo increíble. Algo único.
Algo que se consigue habiendo pasado por las dificultades que la distancia supone. Habiendo llegado al punto de echar de menos de una manera que te demuestra que lo que sientes es amistad. De la de verdad.
Así que, sí, la distancia es horrible. Pero me han tocado unas personas en mi vida que hacen que los kilómetros no nos ganen…
Echar de menos se ha convertido en una forma de vida, en un “ojalá estuvieran aquí” continuo.
Pero tengo suerte de haberos conocido, y de que me hayáis dejado formar parte de esto.
Doy gracias por haber podido encontrar gente real, aunque sea lejos. Y doy gracias porque nos quedan muchas despedidas. Porque eso significa que habrá más reencuentros. E incluso puede que llegue un momento en el que no tengamos que decir adiós.
Mientras, disfrutemos de lo que podamos…  y que no nos gane el tiempo ni los problemas. Que juntos, puedo con todo.


domingo, 18 de marzo de 2012

Se fue.

Siento ser como soy, lo siento de verdad.
Siento todos mis defectos, y ten claro que los siento más que tú. Los siento en mi piel, en cada lágrima, cuando respiro.
Así que no me vengas a hablar de lo que hago mal, porque lo siento, pero ya lo sé de sobra.
No me vengas a decir verdades, cuando las vivo día a día.
Y deja de intentar hacerme daño, porque nadie más que yo me lo puede hacer.
¿Crees que no me quema? ¿Crees que no sé de sobra como soy?
Tengo defectos y la cago. Día a día lo hago. Y creo que me duele más a mí que a ti.
No me des lecciones de vida, de mi vida, si no estás prácticamente en ella y no vives conmigo hasta la última bocanada de aire que doy para relajarme.
Siento sentir que lo siento, si no tengo porque hacerlo.
 Y me aburre esta rutina. Sentirme mal, bien, mal, bien otra vez, y volver a darme cuenta que todo esto es rutina, y después me tocará estar mal.
Y me siento atrapada en ella.
Y cuando un día sentía que sólo ganaba, ahora noto que solo pierdo.
Y no me preocuparía si no me diera la sensación de que son cosas irrecuperables.


viernes, 24 de febrero de 2012

Me avisaron de que no sería fácil.

Me veo sola. Aburrida de mi misma. Me veo insatisfecha. Me veo sin ganas, sin fuerza. Me veo con ojeras y demasiado desgastada por lo días. No me veo. No soy yo. Soy una imagen de domingo… dolida y gris.
Me veo en madrugadas y entre lágrimas.
Me miro a mí misma, y no tengo nada que ver.
Sé que si me preguntan qué tal, siempre voy a contestar que bien.
Sé que si tengo que sonreír, lo haré. Si tengo que sacar alegría de donde no la hay, lo haré. En apariencia. No por mí, sino por no dar pena.
Ganas de irme de aquí, ganas de dejar de hacer lo que estoy haciendo, ganas de mandarlo todo a la mierda. Pero sin ganas de hacer ese esfuerzo.
Pena porque lo que creí invencible ha sido vencido. Rabia por no saber si volveremos a ganar.
Volver a la realidad e intentar dejar de vivir en un constante estado de… “algún día todo saldrá bien”.
Pierdo esperanzas, y gano desconfianza.
Doy cariño, y creo no recibir nada.
Duele. Claro que duele no tener lo que necesito. No tener lo que quiero.
Se deshace, se rompe. Me deshago, me rompo.
Quiero que pase el tiempo para que todo esto se vaya, para que mi vida vuelva a fluir y no me sienta atrapada en la ru(t)ina.
No sé qué hacer. No sé qué pensar. Ni que escribir.
Irme a dormir, olvidarme de todo.
Sé que hay gente que igual me necesita… pero ¿qué voy a hacer yo si ni siquiera sé cómo ayudarme a mí misma?
Nada ayuda. Todo cambia. Nadie mira por nadie. El orgullo y la soberbia se les comen por dentro.
Ya no sé si soy yo la egoísta.
No sé donde se quedaron las sonrisas. La calidez de los recuerdos.
Sólo pido salir de aquí. De este estado de nervios y ansiedad. De debilidad.
Lo intento. Os juro que lo intento.
Sé que es una época. Sé que la vida es muy puta y que me quedan golpes y palos. Sé que me queda mucho por delante. Es difícil pensar que nada es para siempre. Que todo es relativo. Que la vida es lo que pasa mientras yo sigo aquí, en el sitio de siempre, con una forma de mirar las cosas diferente.
Años. Meses. Segundos. Giros.
Giros… Movimientos bruscos que me descolocan y hacen que me sienta totalmente fuera de mi propia vida. Gritado por dentro, y apretando los dientes por fuera.
Con los ojos llorosos y alguna lágrima que se cae. Pero mirando hacia delante con la esperanza de que todo pase. De que vuelva a ser yo quien pueda sonreír por mí misma. Quien no sufre por los demás, porque los demás no sufren.
Quiero volver a sonreírle al mundo. Quiero volver a rozar el cielo, y no a mirar hacia arriba, dejando de lado las cosas que hay abajo. Quiero poder volver a mirar el lado positivo de las cosas.
Quiero, y no puedo.
Impotencia, rabia y pena.

sábado, 11 de febrero de 2012

Gritar y recordar.

Alguien muy especial para mí dijo que en la vida hacen falta más susurros. Pero ¿y los gritos?...
Creo que es un mecanismo muy bueno para desahogarse…
¿Dolor? Grita. ¿Nostalgia? Grita. ¿Felicidad? Grita aun más, y que el mundo se entere de que tienes tanta alegría, tantas ganas de vivir dentro, que tienes que soltarlo. Tienes que gritarlo. Pero de verdad. Piensa que ese grito se escuchará en todos los rincones, y grita.
Nos romperíamos por dentro. Ese mismo alguien especial escribió que por la tristeza, o por la felicidad, merece la pena “romperse”. Merece la pena usar esa palabra. Y tiene razón.
Hoy he escuchado una canción… “El hombre que olvidó su nombre”.
Y he estado pensando en el título, me ha llamado la atención. Pensar que me pueda olvidar de mi nombre…
Pensar que pueda olvidar las cosas más importantes de mi vida…
Me he imaginado el despertarme una mañana y tener esa sensación el olvido. De vacío. De impotencia al no recordar…increíble.
Quiero recordar muchas cosas a lo largo de mi vida.
Porque nos alimentamos de recuerdos, y esto es así…  Y si alguien o algo te deja huella, lo hace porque lo recuerdas, y hay cosas tan importantes, que te han afectado tanto, que siguen en tu cabeza día tras día. Y muchas veces, esos recuerdos del pasado hacen que mires al futuro de otra forma. Te dan fuerza o te la quitan. Recuerdos de momentos, de personas…
Y, bueno, si algo me da tanto miedo como olvidar, es que me olviden.
Que se olviden de lo que soy para ellos, no dejar huella a nadie.
Lo que las personas buscamos es eso, que nos recuerden, y a poder ser con una sonrisa.
Me gustaría que la gente me dijera un “Eres inolvidable”… pero que me lo digan los de verdad, los que de verdad no me olvidarían. Los que harán lo posible por mirar hacia al futuro, pero con un recuerdo mío. Tiene el mismo valor que un “Te quiero” ¿no?
¿Qué tiene ver una cosa con la otra?… pues… creo que los recuerdos a veces gritan dentro de nosotros. Tantos los buenos, como los malos. Te pueden quemar o hacerte capaz de todo. Como las ganas de desahogarte. Porque creo que el alma, es el que chilla, no tú.
Y llegada a este punto tengo que confesar que no solo grito con la voz. Grito con la mirada, con las lágrimas, con las sonrisas. Con mi forma de andar, con la forma en la que respiro. Grito, pido ayuda, un abrazo. Pido que me sonrías tú también o que me preguntes el porqué de esa felicidad. Gritar, y recordar.  O recordar, y gritar.
Así que hoy brindo por mil recuerdos más que gritar.
Por las personas que para mí son inolvidables. Y por esas personas para las que he tenido la suerte de ser inolvidable.
Brindo por todos mis recuerdos clave… esos que uso día a día para ser quien soy.




viernes, 6 de enero de 2012

"Stop the clocks."

Normalmente, el corazón late entre 60 y 100 veces por minuto.
Que mi corazón pueda estar latiendo, en el mismo segundo, a la vez, acompasado con el de otra persona puede parecer imposible, pero… es increíble pensarlo ¿eh?
A mí siempre me ha parecido mágico el latido del corazón. Me parece que delata todo lo que sientes, al igual que los ojos. Más que los ojos, la mirada.
El ritmo, ese “pum, pum, pum…” del corazón, es un eco de tus emociones en ese momento. El mío, ahora, está un poco acelerado, emocionado por decir todo lo que mi cabeza está pensando.
Por eso me gusta pararme y respirar hondo. Porque la respiración, es el conducto para que me relaje. Entonces cierro los ojos y me intento concentrar en mi corazón. Por las noches, en silencio, es lo único que escucho. Más que escuchar, se siente. Si te tumbas boca abajo, pegas la oreja al colchón, escuchas ese tic tac natural que hace que vivas.
Pero en las noches en las que me ahogo en mi misma, probablemente odio escucharlo. Odio sentir como va a toda velocidad, y no poder relajarme.
Y, probablemente, sólo los pensamientos positivos, como he dicho alguna vez, es lo único que hace que los músculos se destensen, que los oídos dejen de escuchar mis propios pensamientos, deje de apretar los dientes, y por fin, el músculo más tenso de todos, pequeño y  rojo , vaya al ritmo justo para hacerme sentir bien.
Es curioso como las noches sacan lo peor y lo mejor de nosotros. Las noches son extremos. Y probablemente por las noches se tomen las decisiones más decisivas de nuestra vida, pero al amanecer, y volver a un mundo donde la luna no es la única que te acompaña, esas ideas que tenías se van, y parece que nunca hayan pasado por ahí, o, incluso, que sean locuras.
Estoy en la adolescencia. No sé si es la época con más cambios de la vida, pero por lo que me han dicho, sí.  No se equivocan… Yo me veo diferente a “lo general”. Pero dicen que eso de sentirse único también es típico, y ya me hacen dudar. Sea como sea, creo que estoy creciendo y evolucionando de la forma que a mí me gusta, y, como yo digo, de una forma que creo que me va ayudar mucho en un futuro. Pensando y razonando. Y esto es algo de lo que mi padre está muy orgulloso, y con eso me vale para saber que lo estoy haciendo bien.
Con esto quería decir, que creo que la edad que estoy viviendo ahora es una “noche continua” por así decirlo, vivo en extremos. Igual un día soy lo más feliz del mundo, y al siguiente no paro de llorar. Yo soy, como he dicho, muy de buscar explicaciones, y si alguna emoción, algún sentimiento se me va de las manos, me siento impotente ante mí misma, y se me escapa el control.
¿Nunca habéis sentido que por dentro estáis teniendo una revolución? Quiero decir… que ni siquiera tú mismo sabes que te está pasando… que te planteas incluso quién es ese “yo mismo” en el que tanto piensas…
Creo que no soy normal, por una simple razón. No quiero serlo. No quiero ser una persona de esas muchas. Desde pequeña me he sentido diferente al resto… no es un decir, es algo verídico…pero eso es una historia puede que demasiado personal para ponerla en un sitio público. El caso es que me gusta destacar. Y con esto no quiero decir destacar ante los demás… si no ante mí misma. Mirarme al espejo y pensar que he conseguido ser quien quiero ser.
Al igual que me gusta cruzarme con gente a la que le veo algo único. Personas que hacen que cada día de un paso más hacia ese punto de plenitud personal. Gente que su corazón conecte con el mío, y sienta al cruzar una sonrisa, una mirada, una caricia, o un abrazo que nuestros corazones van al mismo ritmo.

PD: Gracias a mi amiga Yaiza porque me ha dado inspiración para esta entrada. Ella sabe porqué.