viernes, 6 de enero de 2012

"Stop the clocks."

Normalmente, el corazón late entre 60 y 100 veces por minuto.
Que mi corazón pueda estar latiendo, en el mismo segundo, a la vez, acompasado con el de otra persona puede parecer imposible, pero… es increíble pensarlo ¿eh?
A mí siempre me ha parecido mágico el latido del corazón. Me parece que delata todo lo que sientes, al igual que los ojos. Más que los ojos, la mirada.
El ritmo, ese “pum, pum, pum…” del corazón, es un eco de tus emociones en ese momento. El mío, ahora, está un poco acelerado, emocionado por decir todo lo que mi cabeza está pensando.
Por eso me gusta pararme y respirar hondo. Porque la respiración, es el conducto para que me relaje. Entonces cierro los ojos y me intento concentrar en mi corazón. Por las noches, en silencio, es lo único que escucho. Más que escuchar, se siente. Si te tumbas boca abajo, pegas la oreja al colchón, escuchas ese tic tac natural que hace que vivas.
Pero en las noches en las que me ahogo en mi misma, probablemente odio escucharlo. Odio sentir como va a toda velocidad, y no poder relajarme.
Y, probablemente, sólo los pensamientos positivos, como he dicho alguna vez, es lo único que hace que los músculos se destensen, que los oídos dejen de escuchar mis propios pensamientos, deje de apretar los dientes, y por fin, el músculo más tenso de todos, pequeño y  rojo , vaya al ritmo justo para hacerme sentir bien.
Es curioso como las noches sacan lo peor y lo mejor de nosotros. Las noches son extremos. Y probablemente por las noches se tomen las decisiones más decisivas de nuestra vida, pero al amanecer, y volver a un mundo donde la luna no es la única que te acompaña, esas ideas que tenías se van, y parece que nunca hayan pasado por ahí, o, incluso, que sean locuras.
Estoy en la adolescencia. No sé si es la época con más cambios de la vida, pero por lo que me han dicho, sí.  No se equivocan… Yo me veo diferente a “lo general”. Pero dicen que eso de sentirse único también es típico, y ya me hacen dudar. Sea como sea, creo que estoy creciendo y evolucionando de la forma que a mí me gusta, y, como yo digo, de una forma que creo que me va ayudar mucho en un futuro. Pensando y razonando. Y esto es algo de lo que mi padre está muy orgulloso, y con eso me vale para saber que lo estoy haciendo bien.
Con esto quería decir, que creo que la edad que estoy viviendo ahora es una “noche continua” por así decirlo, vivo en extremos. Igual un día soy lo más feliz del mundo, y al siguiente no paro de llorar. Yo soy, como he dicho, muy de buscar explicaciones, y si alguna emoción, algún sentimiento se me va de las manos, me siento impotente ante mí misma, y se me escapa el control.
¿Nunca habéis sentido que por dentro estáis teniendo una revolución? Quiero decir… que ni siquiera tú mismo sabes que te está pasando… que te planteas incluso quién es ese “yo mismo” en el que tanto piensas…
Creo que no soy normal, por una simple razón. No quiero serlo. No quiero ser una persona de esas muchas. Desde pequeña me he sentido diferente al resto… no es un decir, es algo verídico…pero eso es una historia puede que demasiado personal para ponerla en un sitio público. El caso es que me gusta destacar. Y con esto no quiero decir destacar ante los demás… si no ante mí misma. Mirarme al espejo y pensar que he conseguido ser quien quiero ser.
Al igual que me gusta cruzarme con gente a la que le veo algo único. Personas que hacen que cada día de un paso más hacia ese punto de plenitud personal. Gente que su corazón conecte con el mío, y sienta al cruzar una sonrisa, una mirada, una caricia, o un abrazo que nuestros corazones van al mismo ritmo.

PD: Gracias a mi amiga Yaiza porque me ha dado inspiración para esta entrada. Ella sabe porqué.