viernes, 24 de febrero de 2012

Me avisaron de que no sería fácil.

Me veo sola. Aburrida de mi misma. Me veo insatisfecha. Me veo sin ganas, sin fuerza. Me veo con ojeras y demasiado desgastada por lo días. No me veo. No soy yo. Soy una imagen de domingo… dolida y gris.
Me veo en madrugadas y entre lágrimas.
Me miro a mí misma, y no tengo nada que ver.
Sé que si me preguntan qué tal, siempre voy a contestar que bien.
Sé que si tengo que sonreír, lo haré. Si tengo que sacar alegría de donde no la hay, lo haré. En apariencia. No por mí, sino por no dar pena.
Ganas de irme de aquí, ganas de dejar de hacer lo que estoy haciendo, ganas de mandarlo todo a la mierda. Pero sin ganas de hacer ese esfuerzo.
Pena porque lo que creí invencible ha sido vencido. Rabia por no saber si volveremos a ganar.
Volver a la realidad e intentar dejar de vivir en un constante estado de… “algún día todo saldrá bien”.
Pierdo esperanzas, y gano desconfianza.
Doy cariño, y creo no recibir nada.
Duele. Claro que duele no tener lo que necesito. No tener lo que quiero.
Se deshace, se rompe. Me deshago, me rompo.
Quiero que pase el tiempo para que todo esto se vaya, para que mi vida vuelva a fluir y no me sienta atrapada en la ru(t)ina.
No sé qué hacer. No sé qué pensar. Ni que escribir.
Irme a dormir, olvidarme de todo.
Sé que hay gente que igual me necesita… pero ¿qué voy a hacer yo si ni siquiera sé cómo ayudarme a mí misma?
Nada ayuda. Todo cambia. Nadie mira por nadie. El orgullo y la soberbia se les comen por dentro.
Ya no sé si soy yo la egoísta.
No sé donde se quedaron las sonrisas. La calidez de los recuerdos.
Sólo pido salir de aquí. De este estado de nervios y ansiedad. De debilidad.
Lo intento. Os juro que lo intento.
Sé que es una época. Sé que la vida es muy puta y que me quedan golpes y palos. Sé que me queda mucho por delante. Es difícil pensar que nada es para siempre. Que todo es relativo. Que la vida es lo que pasa mientras yo sigo aquí, en el sitio de siempre, con una forma de mirar las cosas diferente.
Años. Meses. Segundos. Giros.
Giros… Movimientos bruscos que me descolocan y hacen que me sienta totalmente fuera de mi propia vida. Gritado por dentro, y apretando los dientes por fuera.
Con los ojos llorosos y alguna lágrima que se cae. Pero mirando hacia delante con la esperanza de que todo pase. De que vuelva a ser yo quien pueda sonreír por mí misma. Quien no sufre por los demás, porque los demás no sufren.
Quiero volver a sonreírle al mundo. Quiero volver a rozar el cielo, y no a mirar hacia arriba, dejando de lado las cosas que hay abajo. Quiero poder volver a mirar el lado positivo de las cosas.
Quiero, y no puedo.
Impotencia, rabia y pena.

sábado, 11 de febrero de 2012

Gritar y recordar.

Alguien muy especial para mí dijo que en la vida hacen falta más susurros. Pero ¿y los gritos?...
Creo que es un mecanismo muy bueno para desahogarse…
¿Dolor? Grita. ¿Nostalgia? Grita. ¿Felicidad? Grita aun más, y que el mundo se entere de que tienes tanta alegría, tantas ganas de vivir dentro, que tienes que soltarlo. Tienes que gritarlo. Pero de verdad. Piensa que ese grito se escuchará en todos los rincones, y grita.
Nos romperíamos por dentro. Ese mismo alguien especial escribió que por la tristeza, o por la felicidad, merece la pena “romperse”. Merece la pena usar esa palabra. Y tiene razón.
Hoy he escuchado una canción… “El hombre que olvidó su nombre”.
Y he estado pensando en el título, me ha llamado la atención. Pensar que me pueda olvidar de mi nombre…
Pensar que pueda olvidar las cosas más importantes de mi vida…
Me he imaginado el despertarme una mañana y tener esa sensación el olvido. De vacío. De impotencia al no recordar…increíble.
Quiero recordar muchas cosas a lo largo de mi vida.
Porque nos alimentamos de recuerdos, y esto es así…  Y si alguien o algo te deja huella, lo hace porque lo recuerdas, y hay cosas tan importantes, que te han afectado tanto, que siguen en tu cabeza día tras día. Y muchas veces, esos recuerdos del pasado hacen que mires al futuro de otra forma. Te dan fuerza o te la quitan. Recuerdos de momentos, de personas…
Y, bueno, si algo me da tanto miedo como olvidar, es que me olviden.
Que se olviden de lo que soy para ellos, no dejar huella a nadie.
Lo que las personas buscamos es eso, que nos recuerden, y a poder ser con una sonrisa.
Me gustaría que la gente me dijera un “Eres inolvidable”… pero que me lo digan los de verdad, los que de verdad no me olvidarían. Los que harán lo posible por mirar hacia al futuro, pero con un recuerdo mío. Tiene el mismo valor que un “Te quiero” ¿no?
¿Qué tiene ver una cosa con la otra?… pues… creo que los recuerdos a veces gritan dentro de nosotros. Tantos los buenos, como los malos. Te pueden quemar o hacerte capaz de todo. Como las ganas de desahogarte. Porque creo que el alma, es el que chilla, no tú.
Y llegada a este punto tengo que confesar que no solo grito con la voz. Grito con la mirada, con las lágrimas, con las sonrisas. Con mi forma de andar, con la forma en la que respiro. Grito, pido ayuda, un abrazo. Pido que me sonrías tú también o que me preguntes el porqué de esa felicidad. Gritar, y recordar.  O recordar, y gritar.
Así que hoy brindo por mil recuerdos más que gritar.
Por las personas que para mí son inolvidables. Y por esas personas para las que he tenido la suerte de ser inolvidable.
Brindo por todos mis recuerdos clave… esos que uso día a día para ser quien soy.