sábado, 28 de abril de 2012

"Sonrisas sin puntos ni comas."


¿Amigos? He llegado a dudar de ellos.
De que existan realmente, de que estén presentes. De que no sea una palabra sin más…  de que realmente las personas puedan llegar a establecer un vínculo más fuerte que los problemas, que el dolor, que las discusiones, el orgullo y la prepotencia. Más fuerte que el ego. Mucho más fuerte que tú mismo.
Porque creo que poco a poco he ido descubriendo que es la amistad y he llegado a confiar en alguien más que en mí.
Y dejar de lado el “yo” el “mis problemas” el “mi vida”, para pensar en “sus heridas ahora también son las mías”.
Y lo mejor es cuando te sientes totalmente respaldada. Cuando te das cuenta de quién te cuida, y de quien se preocupa realmente.
Y llegan esos momentos que todos tenemos. Esos baches en los que la soledad es la única amiga que encontramos. En los que olvidas todo lo vivido, y te centras en ese momento… ese momento triste y vacío, en el que las lágrimas son tus compañeras.
Pero entonces aparece. Aparece como si realmente le hubieses llamado pidiendo ayuda. Y sonríes, porque esa persona ni se imagina lo que le agradeces que haya decidido acordarse de ti.
Y te levantas. Porque es mucho más fácil si hay alguien que te da la mano. Y día a día luchas porque sabes que lo haces por algo. Porque ahora tus heridas son las suyas, y no quieres ni por un segundo que lo pasen mal. Por ti, y por ellos. Por tus amigos. Por los de verdad.
Y los que te demuestran que esa palabra no importa. No sirve de nada. Podrían borrarla y no pasaría absolutamente nada. Porque no hacen falta etiquetas, ni nombres, ni calificativos. Te das cuenta en cuanto lo sientes. Porque hay personas que realmente aparecen en el momento menos esperado y de la manera menos esperada para hacerte ver que no estás sola.
Que aun a las 5:39 de la mañana puedes sonreír pensando que has encontrado a unas personas que de verdad te quieren.
Personas que te hacen sentir mejor persona y que hacen que seas feliz.
Amigos, amistad. Personas que te acompañan en tu vida y a las que solo les pides eso. Que te acompañen.
Personas por las que daría realmente mucho. Muchísimo. Porque sin su apoyo, todo sería mucho más difícil.
Porque sin su risa, todo estaría más vacío.
Y porque sin su cariño, la vida es mucho más complicada.
Y es que, son algo único. Son como cosquillas en la espalda.

domingo, 15 de abril de 2012

"Que sea imposible no implica que vaya a rendirme"

Estamos en un mundo injusto. En un mundo hipócrita y egoísta. En un mundo que tiene prejuicios y clasifica a las personas. Y es que, este mundo del que hablo, se olvida de que en él existen PERSONAS.
Porque algunos tienen mucho, y otros no tienen nada. Porque unos tienen 4 o 5 coches, y otros no tienen ni zapatos. Unos van a restaurantes, y compran el vino más caro que encuentran para disfrutar de su sabor único. Otros mueren de hambre.
Y todo esto se resume en dinero y poder.
Hay dolor, hay hambre, hay asesinatos, hay violencia, maltrato, enfermedades, hay lágrimas, y hay gente que no tiene fuerza ni para llorar.
No consigo entender el porqué de esta diferencia. El porqué se cataloga a las personas por su sexo, religión, su forma de vestir, sus estudios, su familia, su barrio, su ciudad o su país. Incluso por el color de su piel.
Es una locura. Es triste. Es nuestro mundo y estamos condenados a la autodestrucción. Porque mientras un  niño nace, otro trabaja de sol a sol porque sus padres no le pueden dar de comer. Y mientras otro estudiar en el colegio las tablas de multiplicar, otro coge un arma y aprende a disparar contra su propia gente.
Porque en un mismo país un padre de familia está en paro y apenas puede permitirse pagar la hipoteca, y un jefe de estado se gasta un dineral en cazar elefantes.
Porque en ese mismo país se manipula a la gente, y se juega con ella al antojo de los de arriba.
Porque algo que sobra en este mundo es miedo. Miedo a perder lo poco que te puede llegar a quedar, miedo a luchar por algo mejor. Pero ultimamente, a raíz de la comunicación y de los avances, se empieza a ver la realidad. Y se cambia el miedo por ganas de justicia.
Leyes injustas, delincuencia, mala gente.
Odio, rencor, avaricia, falta de sensibilidad. Hemos llegado a crear una sociedad en la que cada día se ve morir gente en las noticias. Se ve como les matan. Y seguimos mirando la televisión, como si nada.
Una sociedad en la que se comercia con la dignidad de las personas. Una sociedad que se entrega al consumo. En el que se cambia la salud por los vicios. Que se valora más el físico que el interior. El sexo que el amor. La fuerza que las palabras.
Que mientras tú ves Sálvame y te enteras de la vida de 'famosos' contada por un grupo de personas que lo único que han hecho en su vida es ridiculizarse a ellos mismos y meterse en la vida de los demás, otros intentan sacarse una carrera de periodismo, y no les servirá de nada. Porque vale más liarse con un torero que estudiar toda tu vida.
¿Yo? Yo que voy a contar. Tengo 16 años y no tengo ni idea de la vida. Todo esto es simplemente lo que veo día a día. Y visto lo visto, confirmo lo que he dicho al empezar. Estamos en un mundo injusto.
Y aun así, hay cosas maravillosas. Gente buena, y personas con un corazón que no les cabe en el pecho. Personas que quieren cambiar todo esto y que sacan fuerza para hacerlo.
Mi padre una vez me dijo que es el momento. Que los jóvenes son los que cambian las cosas. Que tienen que tener ganas de discutirlo todo, rebatir todo. Y realmente conseguir que todo sea un poquito mejor.
Yo le voy a hacer caso. Lo voy a intentar. Y voy a seguir a ese grupo de personas que hacen felices a otras… que tienen principios y que no se venden. Que respetan y razonan.
Yo quiero ser de esas.

                                      

viernes, 13 de abril de 2012

Distancia.

Creo que sólo me podrán entender los que realmente tenga a personas importantes lejos. Personas imprescindibles, más bien, y por las que darías los que sea por poderles dar un abrazo. Pero es imposible, porque os separan kilómetros. Y entonces aparecen distintos sentimientos: Rabia, impotencia, pena y un cariño increíble que se siente pocas veces.
Si tengo que hablar de mi experiencia personal, os digo que es la mayor experiencia que se puede vivir. Triste y feliz a la vez.
 Es triste, sí, es muy triste que mi mayor apoyo esté a una distancia que no se puede minimizar con un simple paseo. Y que se pongan mil barreras por delante para poder volver a estar a su lado.
Y lo peor de todo, lo que es horrible de verdad, son las despedidas.
Andar hacia ese tren, ese autobús, que te va a llevar lejos del sitio donde realmente eres feliz. De las personas con las que realmente lo eres. Y que suene una voz en los altavoces que te avise de que ha llegado la hora, que te toca decir adiós. Que esa cuenta atrás que has llevado durante unos días se acaba, y los ojos empiezan a humedecerse.
¿Sabéis la sensación de dar un abrazo, y sentir mil cosas, que se te pasen mil cosas por la cabeza y no querer soltarte nunca…? pero se acaba el tiempo, y sólo se puede resumir en un “en nada nos vemos…”, “hasta luego”, “te quiero mucho”.  Pero tanto ellas como yo sabemos que nada va a servir para calmarnos. Que las lágrimas están ahí, y en cualquier momento vamos a explotar.
Y ahora es el momento en el que alguien suelta algo en plan… “si las vas a volver a ver”. O lo típico… “si habláis todos los días”. Y ahí es donde entra lo de siempre. Si no sabes lo que es llorar mientras se aleja con la maleta, si no sabes lo que es llegar a tu casa, y sentirte completamente solo, y que te falten sus risas, sus voces, su cariño incondicional, y sobre todo, si no sabes lo que es estar dispuesto a todo con tal de que sean un poquito más felices… no puedes opinar sobre esto.
 No puedes, porque no tienes la misma base que yo. Mi base, son esas personas de las que hablo. Y consigo avanzar, porque luchamos hasta el final y juntas.
Pero todo esto, todo el vacío que se queda cuando no las tengo a mi lado, no es nada comparado con la inmensa felicidad que me provoca una cuenta atrás, pero esta vez hacia unos días en los que sé que voy a desconectar de todo, y sólo tendré tiempo para ser yo misma.
Y creedme cuando digo que todo esto me compensa. Porque aunque el mundo esté al revés, aunque haya mil cosas por las que lamentarse, haya los problemas que haya… con esta unión que conseguimos, todo se nos queda pequeño. Porque la fuerza que tengo a su lado, no me la da nadie. La seguridad, el valor, el disfrutar de cada segundo porque sabes que están contados… pero a la vez olvidarse de que el tiempo existe al tener la sensación de que puedes parar el reloj. Es algo increíble. Algo único.
Algo que se consigue habiendo pasado por las dificultades que la distancia supone. Habiendo llegado al punto de echar de menos de una manera que te demuestra que lo que sientes es amistad. De la de verdad.
Así que, sí, la distancia es horrible. Pero me han tocado unas personas en mi vida que hacen que los kilómetros no nos ganen…
Echar de menos se ha convertido en una forma de vida, en un “ojalá estuvieran aquí” continuo.
Pero tengo suerte de haberos conocido, y de que me hayáis dejado formar parte de esto.
Doy gracias por haber podido encontrar gente real, aunque sea lejos. Y doy gracias porque nos quedan muchas despedidas. Porque eso significa que habrá más reencuentros. E incluso puede que llegue un momento en el que no tengamos que decir adiós.
Mientras, disfrutemos de lo que podamos…  y que no nos gane el tiempo ni los problemas. Que juntos, puedo con todo.