viernes, 17 de agosto de 2012

Basta cerrar los ojos y recordar.

De pequeña me han contado un millón de cuentos. De princesas, de príncipes, dragones, de animales en el bosque, en el desierto… de amor, amistad, sobre mil cosas que todos de pequeños hemos querido vivir.
Pero vas creciendo, dejas de creer en la magia, vas aceptando la realidad y piensas que nunca te vas a sentir como en esas historias en las que el protagonista “fue feliz y comió perdices”.
Pero yo he tenido la suerte de vivir una historia que repetiría en bucle y sin cansarme, una historia de algunos años en los que he descubierto que... bueno, puede que la magia no exista. Pero existe algo mucho más valioso y más real. Algo que se siente de verdad, en la piel, en el corazón, incluso se nota en la forma de respirar. Descubrí lo que era reírse de todo y de todos. Lo que era el humor. El humor en mayúsculas. Lo que me ayuda día a día, y lo descubrí porque unos genios me enseñaron que se puede luchar  por hacer reír a la gente. Porque en sus días buenos, en los malos y en los regulares, a mí me han hecho feliz.
Nunca he hecho una entrada de esto. Nunca he confesado aquí que mi vida se basa en algo tan simple como un programa. Porque Sé lo que hicisteis me forjó un carácter. Me hizo conocer a las personas más increíbles del mundo. A lo mejor de mi vida. A los que ahora son mis amigos.
Pero también me hizo luchar con ellos, pasarlo mal al ver que se acababa, que una etapa de mi vida se cerraba, al pensar que todo lo que había tenido en mis manos se iba.
Nunca lo vais a entender, soy consciente. Es sólo nuestro. Ha sido nuestra unión. Han sido y serán ellos, todos los que participaron en ese programa los que consiguieron crear una familia dentro y fuera.
Hay una zona de Madrid que siempre será el rincón favorito de muchos de nosotros. Un lugar donde sí que existe la magia. Donde nos conseguíamos aislar del mundo, del dolor o la tristeza, porque estábamos juntos. Porque sabíamos que pasaríamos unos minutos al lado de unas personas a las que admirábamos de una manera increíble, con respeto y cariño.
Porque, de verdad os lo digo, estar delante del edificio de Globomedia me aportaba mucho más de lo que os podáis imaginar.
Es más de lo que puedo escribir con palabras.
Con ellos crecí. Porque la vida está ahí para que le sonría y le diga que lo pequeño puede ser lo más grande.
De verdad que me gustaría que alguien haya sentido lo mismo que yo al escuchar “Próxima estación: Las Tablas.”, y que sonríese, y que fuera le estén esperando para recibirle con un abrazo. Que suban esa calle donde se lleva construyendo un colegio dos años, que se asen de calor, o mueran de frío llegando, que al llegar sonrían mirando esos coches. Que la guardia de seguridad les mire mal, y que se sienten en el suelo, mientras cantan, gritan, ríen, o hacen lo que les dé la gana, porque ese mundo está ahí para ellos. Porque fue nuestro propio mundo. Porque ellos hicieron que nosotros seamos más fuertes.
Y en ese lugar donde me he sentado mil veces a esperar, pero no existía momento más dulce que esa espera,  ahí es donde empecé a creer que los deseos se pueden cumplir de verdad.
Ahora me doy cuenta de que sí, cerré una etapa, pero nada se ha ido... porque nadie ni nada podrá hacer que eso se olvide. 
Porque sólo unos pocos entenderán estos.
Porque esos pocos nunca les vamos a olvidar.
Brindo por ellos, por los de delante y los de detrás de las cámaras. Brindo por nosotros. Brindo por nuestra familia.
Hoy brindo por Sé lo que hicisteis.